martes, 16 de marzo de 2010

Ciudadanos globales

El ciudadano global no pertenece a ninguna parte. Antes, se era de alguna parte o, a veces, de varias partes al mismo tiempo –comunidad, barrio, ciudad, país, continente…- . Se pertenecía a algún espacio no cerrado a una forma concreta –a pesar de los intentos de los Estados-nación-, pero necesariamente era un espacio menor al propio globo. Ahora, ya no hay unidades de pertenencia, sino “la unidad”. El ciudadano del mundo puede actuar tanto en lo local como en lo global, pero sobre todo, “piensa globalmente”. Esto es, sus esquemas de percepción son universalmente compartidos, lo que le permite homogeneizar su criterio y diferenciar a cada persona como “acumuladores de experiencias”. En otras palabras, ya no consume tanto mercancías materiales como simbólicas, entre las cuales destaca por encima de todas, la libertad de movimiento: “El consumidor es un viajero que no puede dejar de serlo.” . La movilidad no es un medio sino un fin. La inmovilidad es de “mentes cerradas”, ignorantes, provincianos. Viaje por donde viaje quiere conocerlo todo, alargar su lista de países visitados e idiomas dominados, condición indispensable para acceder al sentido común global del ciudadano global. Se sitúa en el “centrismo” político, lo que no le impide ser consciente de las injusticias y por ello se preocupa y “presiona” a los gobiernos y las empresas con denuncias contundentes, siempre desde la tolerancia, la empatía y los mecanismos institucionales apropiados. Se autoposiciona en la clase media y sabe que tiene suerte tal como está el mundo, porque los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Es siempre suerte, azar, casualidad, nunca privilegio. Le ha tocado a él –o a su sociedad- pero nadie puede ser culpable de su suerte. En definitiva, cada uno tiene que hacer lo que esté en su mano pues todos habitamos el mismo planeta: one world y una ciudadanía.

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